me senté frente al lienzo
como tantas veces antes.
quise trazar una línea,
pero ya estaba ahí.
quise borrar una mancha,
pero ya era parte del fondo.
no recuerdo cuándo empecé
a pintar con los ojos cerrados.
los colores me manchan las manos,
pero no sé si son los míos.
hay algo
hay algo en la forma tiembla,
como si otra mano lo guiara.
sin embargo, nadie más está acá.
quise retratarme
pero ya no me veo.
me fui desdibujando
para hacerle espacio a algo
que nunca terminaré de entender.
— me borraste— me dijo.
con ese filo que no corta la piel
sino las sombras detrás del vidrio,
donde los cuadros se descuelgan solos,
el barniz se arrepiente de haber brillado
y el pincel, una nota breve que resbaló del techo al mundo.